José (Boyón) Domínguez y José (Maíta) muy probablemente ofrecieron la mejor definición de lo que fue Héctor Báez: un “joseador”, un guerrero. Estas dos leyendas del baloncesto dominicano estuvieron entre las grandes figuras de ese deporte que ayer se trasladaron a La Romana para dar el último adiós a Báez, quien falleció el sábado en la noche, a los 59 años de edad, tras batallar por casi 20 años con un cáncer de colon.

Los restos mortales de “El Toro”, como se le conocía en el mundo del baloncesto,  fueron sepultados ayer en el cementerio municipal #2 de La Romana, provincia en la que nació el 22 de diciembre de 1955.  Su cuerpo sin vida fue velado en la funeraria Romana y luego trasladado al Polideportivo de esa provincia, lugar en el que se le tributó una guardia de honor por familiares, amigos, ex-jugadores y dirigentes. “Jugué mucho con Héctor”, dice Boyón Domínguez. “Era un joseador, un tipo que se ganaba lo suyo debajo del tablero y después mejoró y tomó un buen disparo de media distancia”.

Báez fue miembro del equipo que ganó la primera medalla de oro en Centro-basket (Panamá 1997) y ganó coronas en San Lázaro (1973, 1974, 1976, 1991 y 1992) y con San Carlos (1987 y 1988).

El romanense fue el dirigente del equipo dominicano que ganó medalla de plata en los Juegos Panamericanos Santo Domingo 2003. “Gané dos veces junto a él en San Carlos”, dice Maíta Mercedes. “Como jugador fue al principio un tipo irresponsable, te tiraba un tiro de media cancha en cualquier momento, aunque después mejoró eso, sin embargo, como técnico fue muy rígido y disciplinado”, sostiene Mercedes. Su esposa Ivonne encabezó los actos fúnebres en los que además de Domínguez y Mercedes, estuvo la “crema y nata” del baloncesto de los 70’ y 80’. Evaristo Pérez, Franchi Prats, Miguel (Pepe) Rozón, Héctor (El Vikingo) Monegro, Junior Gil, Edgar de la Rosa, Manolo Prince, Faisal Abel  Hasbún, y Humberto Rodríguez, entre otros.

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